Cada final de agosto la misma cantaleta: que ya viene septiembre y se acaba el verano. ¡Qué pesada es la gente! Aún nos quedan unos 20 días, ¿por qué no aprovecharlos al máximo?
El problema es que nos han convencido de que todo lo bueno se acaba y eso nos genera tal ansiedad que a veces nos impide disfrutar del presente y no nos deja ver que quizá las cosas no terminan tal cual, sino que simplemente se trata de evolucionar o de cambiar para bien.
Nos pasamos el año entero esperando el verano, contando los días para esas vacaciones tan ansiadas y, cuando menos lo esperamos, se nos escapa entre los dedos. ¿Quién no ha sentido esa mezcla de nostalgia y resignación al apurar las últimas horas de las vacaciones? Esa sensación de que, aunque quisiéramos detener el tiempo, es imposible.
Se van agotando las vacaciones y es casi inevitable pensar en esos veranos de la infancia, donde todo era simple y la única obligación era disfrutar del día a día. Terminaban las clases y si no te quedaba ninguna para septiembre tu única preocupación era disfrutar de irte a la playa y que tuvieran que sacarte casi a la fuerza del agua, de estar en la calle con tus amigos sin horarios impuestos, de las noches al aire libre jugando a las cartas… Lo más grave que te podía pasar era que se agotase tu helado favorito en el kiosko, ¿qué drama, eh?
Pero septiembre también puede ser un mes feliz, un mes que llega con nuevas oportunidades y buenos momentos para disfrutar. Y aunque parece que trae consigo la melancolía del fin del verano, también nos deja recuerdos de canciones que bailamos en noches de verbena, de libros leídos bajo la sombra de un árbol o junto al mar, de películas que nos hicieron sentir como si fuera posible vivir en unas eternas vacaciones…
Y qué pasa cuando llega, ¿ya no podemos disfrutar de esas películas o leer esos libros que tienen el verano como escenario? ¿Tampoco podemos seguir bailando o tarareando la canción del verano? ¿Solo podemos ver Dirty Dancing, Vacaciones en Roma, ¡Mamma Mia! o El talento de Mr. Ripley entre junio y agosto? Y pobre de ti como te hayas enamorado estos meses, te quedan como mucho y apurando dos semanas y pico de felicidad, aprovecha.
No, el verano no termina ni hoy ni aquí. Ahora es cuando las playas se vacían y podemos disfrutarlas sin tantas aglomeraciones, el mar se pone espectacular con las bonanzas de San Miguel, nos emocionaremos con nuevos reencuentros, con regresos inesperados o anhelados y quizá ese amor de verano se alargue más en el tiempo (y si no es así que te quiten lo bailado).
Y es que, como escuché una vez, quizá el verano es más que una estación; es un estado mental, como casi todo en esta vida. Piensa que no es un adiós, sino un hasta luego, porque todavía quedan unos días para disfrutarlo.
Porque, como bien dice Xacobe Pato: «La gente lista de verdad sabe que el final del verano es una cosa tristísima y sin embargo septiembre es un mes feliz».