Texto de Lupe Castro para Made Now Magazine

Mi paso por 080 Barcelona Fashion Week fue breve—apenas un día y medio—pero bastó para sumergirme en un universo de transformación. Entre los arcos majestuosos del Recinte Modernista de Sant Pau, seis diseñadores dejaron una huella profunda. Con siluetas audaces, emoción contenida y narrativas personales, convirtieron la pasarela en un espacio de resonancia más que de espectáculo.
Desde blancos ceremoniales y suavidades escultóricas hasta sastrería subversiva y minimalismo cargado de alma, estas colecciones no gritaron. Susurraron. Y se quedaron conmigo.

Anel Yaos – Ceremonia en blanco
Anel Yaos inauguró el último día con María, y qué inicio. El cantaor flamenco Álvaro Sola, vestido de blanco, llenó la sala de emoción antes de que saliera una sola modelo. Su voz—profunda, poderosa, conmovedora—marcó el tono.
Después, llegó la procesión de Yaos: siluetas atrevidas en acolchados blancos, evocando la Semana Santa y la Paloma Blanca. Los lazos aparecían por todas partes—pequeños, enormes, ceñidos a la cintura o flotando a la espalda. Algunos looks rozaban lo teatral, y me recordaron a Macbeth.
Los velos brillantes atrapaban la luz como plegarias en movimiento, suavizando la contundencia de los tejidos. Una modelo con curvas destacó especialmente—quizás su hermana, quizás su musa—aportando calidez y alma a la pasarela. No era etérea; era ceremonial, con peso, memoria y emoción.

Maison Moonsieur – Entre sueño, seducción y subversión
Maison Moonsieur abrió con un modelo que parecía un hombre de arena glamuroso—deslizándose por la pasarela con el vaivén de un bebedor, entre el sueño y la alta costura al estilo Margiela. El maquillaje brillante y surrealista solo acentuaba esa sensación onírica.
La colección, La Rue des Garçonnes, oscilaba entre la androginia y el glamour underground. Los corsés estaban por todas partes—even en sudaderas que se sentían inmediatamente ponibles. Bralettes, basques, pantalones bajos de cadera y cinturas flotantes construían una silueta sensual pero vendible.
Con cuerpos con curvas, modelos embarazadas y una actitud segura, el casting reforzaba el mensaje: el poder no tiene una sola forma. Maison Moonsieur no solo hace moda—lanza declaraciones.

ManéMané – Pijamas punk y travesuras escultóricas
Unfollow the Rules, proclamó ManéMané—y lo cumplió. Lo que vimos fue parte fantasía de pijama, parte escultura de calle. Capuchas envolviendo cuerpos, mangas desaparecidas, bolsillos donde menos lo esperabas, puffers con corsé y camisetas de rayas que parecían recién salidas del dormitorio rebelde de un artista.
Había monos sin género llenos de actitud, juggler hats, telas anudadas y botas coloridas. El conjunto tenía un aire de caos coreografiado. No buscaba agradar; buscaba provocar, romper, deshacer. Y, en ese proceso, convertía la imperfección en una nueva forma de alta costura.

Habey Club – Genio silencioso, formas elocuentes
Habey Club convirtió la pasarela en un espacio escénico, con sillas dispersas que desafiaban el andar de las modelos. Visualmente llamativo, aunque complicaba la coreografía. La colección jugaba con la forma: tops que flotaban lejos del cuerpo como anillos escultóricos, rompiendo la silueta de maneras inesperadas.
Bloomers de seda y vestidos fluidos destacaron como piezas hermosas y con potencial real. El desfile comenzó con un aire de colegial, pero como explicaban las notas de prensa, todo era un homenaje a la fotógrafa Vivian Maier. The Small Print reimagina su genio discreto a través del vestir, entrelazando anonimato y transformación.
En conjunto, Habey Club entregó una historia visual que danzaba entre la artesanía y el concepto—un homenaje a la identidad, la invisibilidad y el poder silencioso de reinventarse.

Acromatyx – Sombras y escudos
Acromatyx cerró 080 Barcelona Fashion con una nube de humo y el suave aroma del palo santo flotando entre los arcos. Se sentía cinematográfico—casi místico—mientras las modelos desfilaban entre haces de luz en una visión de sastrería negra y porte escultórico.
Titulada 007 Esencia, la colección rindió tributo al alma de la firma a través de una carta de amor al color negro—atemporal, elegante, inquebrantable. Blazers oversize con líneas marcadas, bermudas sastre tanto para hombre como para mujer, y abrigos en materiales mixtos construyeron un lenguaje preciso y poético.
El plata rompía el hechizo monocromo: en shorts brillantes, abrigos largos y bordados que evocaban detalles barrocos del patrimonio artesanal de Extremadura—ahora reinterpretado con una mirada futurista.
Hubo disrupciones sutiles: plisados que suavizaban la estructura, vestidos tipo delantal como escudos, chaquetas de doble manga que invitaban a la pregunta más que a la respuesta. Una colección que caminaba entre uniforme y rebelión, entre pasado y posibilidad. Un cierre poderoso—y uno de los más memorables.

EÑAUT – Despojando la piel, revelando el alma
Con Ecdisis, EÑAUT nos invitó a un espacio de transformación—una muda metafórica. Las siluetas eran nítidas, contenidas, casi monacales por momentos, pero cargadas de emoción. El azul cobalto irrumpía en el negro como un estallido de energía, una revelación en la penumbra.
Rostros cubiertos y cortes refinados sugerían la tensión entre lo que mostramos y lo que somos. Entre la perfección externa y la reflexión interior. Había una quietud dramática—en las capas, los abrigos escultóricos, en la forma en que algunas piezas se envolvían como protección.
Fiel a su lenguaje, EÑAUT se mantuvo minimalista sin caer en lo predecible. Ecdisis es una continuación y un despojo—íntimo, introspectivo y profundamente actual.

Pensamientos finales – Más allá de la tela, hacia la emoción
Aunque mi visita a 080 Barcelona fue corta, fue intensa. Estos seis diseñadores tallaron sus relatos en el espacio—a través de la emoción, la forma, el gesto. Anel Yaos nos habló de tradición con una ternura que caló hondo; Acromatyx nos arrastró a un universo de sombras elegantes; Maison Moonsieur exploró el poder desde la suavidad subversiva; EÑAUThttps://www.enaut.co/ nos invitó al recogimiento interior.
La pasarela, por un instante, se volvió rito compartido. La moda se movió más allá de la tendencia—hacia el sentimiento. Me fui no con una lista de looks, sino con la sensación de haber asistido a algo que transforma. Algo sagrado. Algo que permanece.