No sé si sea cosa de la edad o de que la gilipollez humana va en aumento, pero cada día que pasa es más la gente que me cae mal que la que me cae bien. Podría echarle la culpa al horóscopo, a Mercurio retrógrado o vete a saber a qué, cualquier excusa es buena, pero es más que probable que si alguien me cae mal sea más por cosas mías que por cómo pueda ser esa persona realmente. O no.
Un tipo de personas que me resultan difíciles de soportar son aquellos que siempre invalidan o menosprecian los gustos de los demás. Si te gusta una película, una serie, un grupo o un libro, ellos siempre tienen algo negativo que decir al respecto. Nunca pueden aceptar que algo que no les gusta a ellos pueda ser valioso o entretenido para otros. Esta constante necesidad de imponer su opinión y menospreciar la de los demás revela una profunda inseguridad y una falta de respeto hacia la diversidad de pensamientos y gustos.
El mundo se divide en dos tipos de personas: las que necesitan ser el centro de atención constantemente y las que odian serlo, pero que, por alguna extraña razón, siempre terminan teniendo protagonismo sin desearlo ni buscarlo. Quizá sea que por estar en el segundo grupo, ya que no llevo bien eso de ser el foco de todas las miradas, me cuesta aceptar halagos y piropos, y prefiero mantener un perfil bajo, los que tienen ansias de destacar me acaban cayendo bastante mal, me saturan y superan. No es que no me guste tener mi momento de gloria, pero si el protagonismo llega, que sea de forma natural, no por buscarlo.
¿Sabes esas personas que tienen una necesidad enfermiza de caer bien? Otro grupo de personas que me resulta difícil de soportar son aquellas que necesitan desesperadamente la aprobación de los demás y, en su afán de agradar, terminan siendo agobiantes. Están dispuestas a hacer cualquier cosa por conseguir la aceptación ajena, incluso si eso significa dejar de lado sus propios gustos y opiniones. Además, muchas veces tratan de imponerse en cada situación, asegurándose de que su presencia y sus acciones sean notadas, algo que me resulta muy molesta y hace que entre en modo rolling my eyes sin poder evitarlo. Y es que en su afán por destacar y ganarse el cariño de su objetivo, pueden incluso intentar tapar a los demás, ya sea riéndose de ellos, menospreciándolos o incluso copiándoles (sí, me ha pasado, pero cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia). Este tipo de comportamiento es agotador y al final lo que consigues es que los demás pongan barreras o se alejen. Es como cuando intentas entrar en una prenda de ropa que no es tu talla, te queda pequeña, pues no la fuerces porque no te queda bien.
Luego están los que van por la vida en modo víctima y súper sensibles. Son aquellos que todo les afecta, todo les hiere, y siempre están esperando que los demás les validen y les consuelen. La vida es dura para todos, pero estas personas parecen tener un talento especial para hacer de cada pequeño inconveniente una tragedia griega. Su actitud no solo es desgastante, sino que además puede hacer sentir a los demás como si caminaran sobre cáscaras de huevo, temiendo decir o hacer algo que los lastime. Eso sí, lo de la sensibilidad no suele ser bidireccional, porque este tipo de gente no se corta a la hora de soltarte las cosas sin filtro y quedarse tan pancha luego.
Y no puedo olvidarme de quienes nunca asumen sus errores y siempre le pasan el muerto a otro. Estas personas son incapaces de reconocer que se han equivocado y prefieren echarle la culpa a cualquier otra persona o circunstancia antes que aceptar su responsabilidad. Este tipo de actitud no solo es frustrante, sino que además crea un ambiente de desconfianza y resentimiento. Una bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento.
En fin, podría seguir enumerando tipos de personas que me caen mal, y como dije al principio, probablemente sea más cosa mía que cada día estoy más maniática e intolerante, pero no descartemos que el resto también tiene su parte de ser como es y si caes mal pues nada, la vida sigue.