Lo que no se cuenta no existe

Seguramente habrás escuchado muchas veces la expresión «la mujer del César no solo debe serlo, sino parecerlo», paremia que alude a la fidelidad de la esposa al marido y que podemos extrapolar a muchas situaciones más o menos cotidianas. Y es que todavía a día de hoy no vale con ser, estar o sentir, sino que tienes que demostrar algo continuamente o de lo contrario siempre habrá quien encuentre la forma de invalidar tus actos y tus emociones.

Si viajas, haces deporte, tienes éxito en el trabajo, el amor te sonríe… Debes gritarlo a los cuatro vientos, pero ojo, ajusta bien el volumen de ese grito porque si te pasas de decibelios tu felicidad se tornará molesta para el resto (ay, la difícil virtud de encontrar el equilibrio). Pero es que si de malas experiencias de trata, entonces es peor, porque una persona triste, deprimida, con problemas, además de sufrir debe hacer partícipe el resto de la humanidad de su dolor. Y sí, sin olvidarte del escaparate de las redes sociales donde todo se muestra, porque si no, no está pasando de verdad.

Supongo que a estas alturas ya sabrás por dónde quiero ir o por dónde te quiero llevar, pero como soy consciente de que tiendo a divagar, intentaré ir al grano de una buena vez. 

Sobre todo en los últimos años hemos sido testigos de casos en los que se ha acusado a víctimas de no comportarse como tales, porque si has sufrido un trauma ya se presume que debes hundirte en la miseria y pobre de ti no ya que sigas con tu vida, sino que tengas la osadía de tener un momento de felicidad, reírte o disfrutar. No, amiguis, eso no está permitido en la guía de la víctima perfecta persona de bien, artículo 15 del título II.  

Porque si se te muere un ser querido te encierras en casa y guardas luto riguroso como si fueras una de las protagonistas de “La casa de Bernarda Alba”; si tienes ansiedad debes ir a tu red social favorita a pegarte un speech lo más dramático posible porque si no lo haces así tú no tienes ansiedad ni tienes nada; si sufres depresión llora, quédate en la cama y relata al mundo tu agonía para que seas una persona digna de sentir empatía y lástima. Y así con todo el drama en la vida.

Es curioso cómo para los momentos de dolor o traumáticos hay una doble vara de medir, pues parece más digna la persona que además de sufrir por dentro lo exterioriza. Cuanto más vulnerable, hundida y destrozada se muestre, más credibilidad tiene, en lo que sea. 

Ah, pero una cosita debes tener en mente, y es que ni se te ocurra tener el mínimo desliz ni atisbo de normalidad. «¡Cómo vas a tener depresión si subiste una foto a Instagram desde la la playa y salías sonriendo y todo!» «¿En serio está Mengana triste porque falleció su abuela? ¡Pero si no compartió en redes una foto dándose la manita en el hospital y además hoy llevaba los labios rojos!» Podría ponerte un montón de ejemplos, pero creo que a estas alturas del texto ya no es necesario, ¿verdad? 

También les diré que existen muchas personas que no quieren o no necesitan airear sus problemas ni sus dramas y eso no les quita importancia ni significa que no lo estén pasando mal. Porque aunque no lo cuenten, sí existen. 

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