Llega esa época del año en la que siempre resurge uno de los debates que más pereza me dan: ¿Halloween o Finados? Y aunque yo sea defensora a muerte de las tradiciones canarias, creo que con este tema en concreto mucha gente se lo lleva al extremo, hasta el punto de ser ridículo. Pejigueras y porculeros que nunca están conformes con nada.
Mis recuerdos de estas fechas son en La Palma, mi abuela guardando las mejores flores para enramar la tumba de su marido y mi madre ayudándola, yo iba de mera espectadora y hacía tiempo dando paseos por uno de esos cementerios antiguos y algo pequeños de pueblo. No recuerdo si comíamos algo especial esos días, porque para mí era ir de viaje a ver a abuela y que me consintieran un poco. Quizá si comíamos castañas, pero no solo ese día, sino porque era temporada y había, no lo sé ya. También encendíamos una vela por cada difunto y, esto jamás lo entenderé, tomaban fotos de las tumbas una vez estaban llenas de flores. Todavía hay álbumes rondando por casa. Manías, supongo, o una forma de seguir honrando a quienes ya no están.
Luego vinieron las clases de inglés y ahí fue como entró Halloween en mi vida y en la de la mayoría de niños y niñas de mi generación. ¡Imagina! Es que eso de ponerse un disfraz y salir a pedir caramelos lo veíamos tan divertido, que cómo no le va a apetecer eso a un niño pequeño más que ir al cementerio o a misa, ¿eh?. Con el tiempo se ha aprovechado la tradición anglosajona por parte de comercios y hosteleros: que si disfraces y decoración, que si fiestas temáticas en bares y discotecas… ¿Qué problema hay? Nadie te obliga a ir y si es algo que activa la economía, pues no seré yo quién les vaya a decir cómo llevar su negocio. Incluso muchos ayuntamientos organizan actos para integrar varias tradiciones. Y es que una sociedad cada vez más globalizada lo veo hasta normal.
En los últimos años cada vez coge más fuerza, y más adeptos y defensores que la quieren integrar, la celebración del Día de Muertos, muy arraigada en México. Y es normal que llame la atención por el colorido y los símbolos de los altares.
¿Por qué una sí te parece bien y en cambio otras no? Porque si es por “cargarse” lo nuestro, todas lo hacen, ¿no? O solo está mal la que a ti no te gusta, claro.
Personalmente no tengo esa percepción de que una se imponga a la otra, me gusta tener opciones para celebrar lo que me apetezca y, sobre todo, aprender las costumbres de otras culturas y mira, si de paso te diviertes, mejor.
Se trata de que todas estas tradiciones convivan, no de que las de fuera desplacen a las propias. Y, honestamente, la responsabilidad de que no se pierdan en gran parte es nuestra. Intentar mantenerlas vivas, contarles a los más pequeños las costumbres del pasado. Que honrar y recordar a tus difuntos no está reñido con ponerte un disfraz e irte a una fiesta después.
Si te quieres hartar a huesos de santo, castañas y vino, fabuloso. Que te quieres poner en modo zombie o vampiro y darlo todo bailando la noche del 31, perfecto. Que los peques quieren salir por el barrio disfrazados para el truco o trato, genial también. ¿Qué problema hay? Como si te quieres quedar en el sofá viendo películas de terror mientras comes pipas.
Además, intuyo que quienes más protestan por estas cosas son quienes menos conocimiento de las tradiciones tienen y quienes menos las respetan. Pero el punto es quejarse para que no les quiten puntos del carnet de ilustre canario de pura raza.
Te sorprendería la cantidad de cosas en común que muchas tradiciones nuestras tienen con otras de fuera que tanto criticas. Con un par de búsquedas y si tienes un mínimo de inteligencia y comprensión lectora lo descubrirás.
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